Este puente he ido a ver Coco, y como todas las pelis de Pixar me ha encantado. De hecho no conozco a nadie que la haya visto hasta ahora que haya dicho que no le ha gustado, y es que cuando se habla de familias, aceptación y ser uno mismo es difícil no acabar con alguna lagrimilla asomando (o a lágrima viva, por qué no).
La película da para hablar y mucho de los legados transgeneracionales y cómo nos afectan. Porque sí, lo que le pasó a nuestra tatarabuela puede ser que nos esté afectando aún a día de hoy, como a Miguel.
Miguel es un niño de 12 años que disfruta de la música y sueña con dedicarse a ella pero que no tiene permitido tocar la guitarra, cantar o incluso escuchar música por un trauma que no había resuelto nada menos que … ¡su tatarabuela! La tatarabuela Imelda tuvo que hacerse cargo de su hija Coco cuando su marido la abandonó para luchar por su carrera como músico y desde entonces defendió a su familia de la música (como si la música fuera el peligro…), privándoles de ella.
Y así los abuelos de Miguel, padres de Miguel , tíos de Miguel y primos de Miguel acataron las normas hasta que llegó Miguel 4 generaciones después y decidió cuestionarlo, y decidió resolver el trauma de toda un clan, sin siquiera saberlo.
Sería muy presuntuoso pensar que en nuestras familias no ha habido traumas, sobre todo teniendo en cuenta quehan pasado por guerras, posguerras, abortos, muertes de hijos, abuelos encarcelados, represiones, enfermedades… y quizá sea también muy presuntuoso pensar que nuestros antepasados pudieron hacerse cargo y librarnos de ellos. Si todo estuviera en orden sería facil para todos ser nosotros mismos y vivir nuestra vida sin miedo a romper la «lealtad» a la familia. Cuando un hombre decide no dedicarse al negocio familiar, cuando una mujer decide dejar de ser la cuidadora de la familia, cuando alguien rompe una cadena de maltrato, cuando alguien se libra de una pena que envuelve a toda la familia desde el luto de un antepasado, cuando alguien se atreve a mostrar lo que siente en una familia donde las emociones son tabú… están haciendo lo mismo que Miguel. No es fácil cuestionarse los mandatos que la familia tiene desde no sabemos cuándo, ¡menos aún no seguirlos!.
Son los Migueles los que vienen a terapia, los que son tildados de locos porque no encajan en el sistema en el que se encuentran, los que reciben rechazo y presión para que se adapten y no pongan en peligro todo lo que han creído varias generaciones. Pero, ¿no será que son los más sanos que luchan por resolver asuntos antiguos para poder vivir felices? ¿no será que son valientes? ¿no será que dan esperanza a que las siguientes generaciones puedan vivir de forma diferente y les libere de cosas antiguas que quizá ya no tengan sentido?
Padres y madres de Migueles, ¿y si tratamos de dejarles libres de historias pasadas (aunque sea un poquito) y les dejamos ser?
Comentarios recientes